EL CASTILLO DE SANTIAGO DE BARBATE

 Antonio Aragón Fernández *
 

Cuando don Enrique de Guzmán, II Duque de Medina Sidonia, decidió  levantar un castillo en la desembocadura del río Barbate hacia la segunda mitad del siglo XV, no era la primera vez que se construía una fortaleza en el lugar, pues en época musulmana había existido ya la de Warbat,conocida en crónicas del siglo X por ser la cuna, tres siglos antes, de Salih Ibn Tarif, al-Barbati, fundador de una nueva religión llamada a extenderse por el norte de África[1]

Ganada la zona de La Janda en el siglo XIII por los cristianos, la repoblación quedó encargada a la Orden de Santiago[2]. Desconocemos si en este tiempo funcionaba el viejo castillo musulmán, pero sí poseemos noticias de un puerto situado en La Barca de Vejer, el cual a mediados de aquella centuria era uno de los cuatro más importantes de toda Andalucía, junto con los de Huelva, Sevilla y Cádiz[3].

Dos siglos más tarde, es bastante probable que el duque pretendiese trasladar el puerto a la misma desembocadura para favorecer la actividad marítima mercantil de su estado, dadas las intensas relaciones comerciales con el reino de Granada y el norte de Marruecos. La idea parecía muy elemental, una fortaleza resguardaría la actividad portuaria a la entrada del mismo río, evitando la necesidad de que los buques tuviesen que subir hasta el situado en La Barca de Vejer. Claro que Pedro de Medina atribuye su fábrica a motivos más epopéyicos:

Cuanto una legua o poco más de la villa de Bejer a la parte del mediodía es el lugar de Barbate, en la cual, porque en el tiempo de las guerras entre Castilla y Portugal, cuando don Alonso de Portugal decía pretender derecho de Castilla, y que era suyo y no de la reina doña Isabel, entonces un capitán portugués habiendo recibido daños de unos bergantines y carabelas de la villa de Bejer, sabiendo que dichos navíos estaban surtos en dicha villa en el río Barbate, en la parte que llaman La Barca, entró de noche por el dicho río Barbate en barcos y peleó con un bergantín de los que estaban surtos y llevóselo; que los otros no pudieron quitárselo porque las gentes de ellos estaban en  tierra. Como el duque don Enrique lo supo dijo: `Nunca plega Dios que en los puertos de mar mios sea señor sino yo´. Y para quitar este inconveniente, hizo edificar en la boca del río Barbate un castillo sobre la mar, bueno y fuerte como hoy parece, el cual guarda de tal manera el puerto, que ningún navío, galera, ni barco pueda entrar ni salir sin licencia del castillo, habiendo competente guarda; porque bate la mar y el río en él, y no es más ancha la boca del río cuanto pueda entrar una galera al remo y salir otra. Este castillo hace muy gran provecho para la guarda de las gentes que habitan este pueblo y de otros muchos que vienen por mar…” [4].

Las guerras con Portugal de las que nos habla Medina acontecieron entre 1474 y 1479, y en ellas participó activamente el II Duque, por lo que, si hemos de dar crédito a la narración del cronista, el castillo debió levantarse en esos años. De esta forma, se daba cobertura a determinadas acciones armadas contra los barcos lusos, en especial los que iban hasta Guinea y otras costas que poseía Portugal en el litoral africano, y también a los que provenían de Ceuta y del Mediterráneo [4b].

Si bien las antiguas crónicas hablan de don Enrique de Guzmán como un hombre "tímido por naturaleza", abúlico y retraído, los hechos que se le atribuyen parecen contradecir tal aseveración, pues gran parte de su intensa aunque no muy larga vida se la pasó en medio de disputas armadas, en especial contra su pariente don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, a quien llegó a bombardearle las almadrabas que este poseía [4c]. Como buen estratega, se ocupó de fortalecer las defensas de sus dominios, por lo que en nada extraña que reforzase con un castillo las costas de La Janda, asegurando la entrada del principal río de la zona de La Janda. Además, la construcción de fortalezas en los dominios también poseía un papel simbólico asociado al ejercicio del poder. Al igual que la casa de Medinaceli en sus dominios [4d], la casa de Guzmán, a medida que ascendía en la escala nobiliaria y dentro de la cultura favorable de la frontera, iba apropiándose de derechos y tierras pertenecientes a los vecinos. Convenía dejar muy claro quién era la máxima autoridad sobre el terreno, y quién era el verdadero representante del poder real [4e]. 

La construcción se verificó, por tanto, junto al actual faro de Barbate(sus cimientos y arranques de muros se suponen bajo las arenas), pues hasta allí llegaba la antigua desembocadura del río.

Antón y Orozco opinan que esta fortaleza “debió presentar el aspecto de un castillo hermoso y fuerte…parecido al de Santiago de Sanlúcar de Barrameda, cuya denominación de Santiago también tenía…”[5]. Sin embargo, por la descripción de Luis Bravo de Lagunas en el siglo XVI, la semejanza, al menos en la planta, no parece tan evidente como por la coincidencia de nombre y promotor pudiera pensarse. Las torres del castillo sanluqueño son cilíndricas, mientras que las del barbateño son prismas cuadrangulares, si el castillo de Sanlúcar se tuvo que amoldar a un barranco en sus inmediaciones, ubicándose la torre del homenaje en uno de sus ángulos[6], el de Barbate se adecuaría a las rocas sobre las que se asentó:

Una legua de Zaara está un castillo del dicho Duque que llaman Barbate a la boca de un río la mitad metido en la mar fundado sobre unas peñas; tiene cuatro torres en las cuatro esquinas y en medio una torre de homenage grande y fuerte. En las torres de hacia la mar está en cada una de ellas una pieza de artillería y en la una torre de parte de tierra hay dos esmeriles y en la otra torre de parte de tierra un esmeril para guarda de unas chozas de pescadores que se recogen allí…[7].

Esta descripción de Bravo de Lagunas no ofrece dudas: se trata de un castillo de planta sencilla, cuadrada o rectangular con torres en las esquinas y la correspondiente del homenaje en el centro. Los cañones principales se sitúan, según se deduce, dos en el frente marítimo, una pieza mirando hacia el mar y otra al río; y luego, en las torres de tierra, dos cañones pequeños en una de ellas y otro del mismo calibre en la otra. Esta última, salvaguardando a unas chozas de pescadores, quienes seguramente se han asentado en las inmediaciones al regazo de la fortaleza. Además, esos pescadores gozan del beneplácito de su señor, pues

 “Este castillo guarda los barcos que pescan a la boca del río ques una pesquería que se pescan caballas (ques) un pescado de que se proveen los lugares questán tierra adentro y es de mucho provecho esta pesquería para el dicho Duque y ansi tiene muy buen recaudo de munición y de las otras cosas necesarias…[8].

He aquí la constatación de que la fortaleza servía, igualmente, para protección de una pesca tradicional en Barbate y que perdurará a lo largo del tiempo. Ya Barrantes había llamado la atención sobre la “abundancia de pescados”, diciendo que por esto y otras circunstancias favorables podrían vivir en el lugar “muchos vecinos”[9], lo que deja claro que no los había cuando él redacta sus líneas, esto es, hacia 1540.

El problema de la frustrada despoblación no era otro que la frontera con el mundo musulmán seguía existiendo, solo que ahora de forma exclusiva en la línea de costa. Cuestión de la que se tomó consciencia por la vía dramática. El duque don Enrique de Guzmán (+1492), y luego sus sucesores, intentaron en la coyuntura de los siglos XV y XVI repoblar el lugar. Para ello, y a semejanza de Conil, acotaron dos dehesas: la de Barbate, que comenzaba en la ermita de la Oliva o en la Fuente del Viejo y llegaba hasta la desembocadura del río (conocida por Barbate Chico); y la de Casma, situada a los pies de los montes de Retín (conocida por Barbate Grande). El motivo no era otro que atraer vecinos y repoblar la zona barbateña, ofreciendo tierras para la labranza y la cría de ganado, labores favorecidas en toda los lugares de frontera, y que en el caso del ganado propiciaba exenciones y franquezas que favorecieron la proliferación de numerosas reses [9b]

Era de esperar que el castillo proporcionaría seguridad a los residentes y permitiría una nueva población [9c]. Sin embargo no fue así. Hasta dos veces, en poco más de cuarenta años, llegaron los piratas berberiscos (probablemente desde Tetuán), a arrasar el sitio de Barbate y a llevarse a sus habitantes[10]. Y ello a pesar de la tenaz defensa que ofreció la guarda del castillo: Ladero Quesada nos informa de que el III Duque, don Juan de Guzmán, legó a su muerte, acaecida en 1507, y en calidad de esclavos, "cuatro moros blancos que se tomaron en Barbate". Sus nombres eran Hamet, Omar, Alí y Musa [10b]. Estos no podían ser sino producto de los asaltos piratas de aquel periodo.

Todo lo dicho explicaría por qué en 1528 se avecinaban en el lugar, conocido como Santiago de Barbate, no más cinco familias, o sea, entre veinte y treinta habitantes, siendo todos los cabeza de familia pecheros[11], “gente común” en el lenguaje de la época[12] a la que toca pagar los “servicios” (pechos) o impuestos directos. Se trataba del alcaide del castillo, guardas, atajadores y, seguramente, sus respectivas familias, quienes compaginarían su trabajo con labores agrícolas y con la pesca. También, si se cumplían las ordenanzas ducales de 1504 al pie de la letra, habían de resisdir en la fortaleza, por ejemplo, un albañil y un carpintero, vecinos "dispuestos a atender, mediante salario, los encargos que el alcaide les hiciera" [12b].En cualquier caso, no más de 10 o 15 hombres responsables de la defensa y mantenimiento del castillo[13], cuyos sueldos eran abonados por la Casa ducal.

Tenía por lo tanto Barbate desde la construcción del castillo un alcaide, nombrado por el mismo duque entre sus hombres de confianza, y, como todas las alcaidías, esta contribuía al diezmo eclesiástico proveniente de distintos productos y rentas, siendo la ganadería el concepto más importante [13b].

La actividad del baluarte barbateño abarcó, incluso, algo más que la defensa de la entrada del río y de los pescadores, dando cobertura a las pesquerías atuneras de Conil y Zahara, pues en él se recibían pertrechos y bastimentos para las faenas almadraberas, verbigracia barriles y sal procedentes de Sanlúcar. Además, salían barcos cargados de atún hacia diversas ciudades mediterráneas, como Barcelona, Valencia o Nápoles. Eran barcos del propio duque, que en 1528 poseía para tal efecto tres galeones y cuatro carabelas[15], pero desde luego también había otros dedicados a tan lucrativo comercio. Y todo ello bajo el amparo de la artillería del castillo.

Reducida la población a la principal tarea de guardar el lugar, la defensa de la fortaleza se asemeja a la de Zahara:

Tiene un alcaide y sus guardas que hacen recoger la gente dentro del castillo; desde la dicha Zaara a este castillo es todo playa descubierta sin cala ninguna y responden con Zaara en almenaras y ahumadas[14].

No eran pocas las personas que acudían a Barbate, no solo con ocasion del comercio de su puerto, también al socaire de las almadrabas adyacentes. Ello hizo que la condesa Leonor Manrique, siempre preocupada por la espiritualidad del estado ducal, interviniese aquí a semejanza de cómo lo hizo en las almadrabas, pues al saber que las `muchas personas´, que acudían o residían en la desembocadura del Barbate, dejaban de cumplir `con el culto divino´, por faltarles lugar y celebrante, convirtió en capilla estancia del castillo, adornándola con retablo de `los Reyes´, pintado in situ por Juan Cerfate, en 1564. A tal fin, los frailes de San Francisco de Vejer percibieron 15.000 maravedís anuales por celebrar en días de precepto…”[16].

Las misiones del alcaide del castillo resultaban ser muy básicas: “tendría la artillería limpia y en orden…Le competía abrir las puertas al amanecer, cerrándolas a la puesta de sol, tocar la campana para llamar a misa y a rebato, disparando salva, caso de asomar velas de moros, para que todos acudiesen a refugiarse”[17].

Aún siendo estas funciones sencillas, la desidia no escaseaba[18]. En 1572, el duque, ante la facilidad de las incursiones berberiscas, despide al alcaide del castillo[19], cosa que vuelve a hacer en 1587, esta vez previendo desembarcos ingleses[20]. En esta última fecha, crecía la población de Barbate al amparo de su castillo, ordenando el duque al nuevo alcaide que no se avecinen “personas de mala vivienda…y dar buen tratamiento a los que moran y van y vienen, porque así se haría crecer la población y a lo menos conservar la que se halla”[21]. Era ésta señal inequívoca de que la población no ascendía, en primer lugar por la decadencia del comercio con África, y en segundo por los efectos de la piratería. Porque no sólo se trataba de las consecuencias negativas de un monopolio, de unas relaciones ultramarinas estorbadas por disposiciones prohibitivas o de una pesca que no podía significar gran cosa por la distancia a que estaba de las grandes urbes. Parece fuera de toda duda que la piratería estaba socavando toda posibilidad de progreso a Barbate, limitándose el lugar por mucho tiempo a la fortaleza y poco más que sus defensores.

A este respecto, el golpe de mano de 1562 -probablemente perpetrado por Aligur- venía a revalidar el convencimiento, tras los dos asaltos de setenta años antes, de que establecer un hogar en Barbate no era una buena idea:

"Los navíos de remo que di aviso a vuestra majestad andaban por esta costa y que a vista de esta ciudad [Cádiz] habían tomado dos barcos con quince personas, fueron otro día a amanecer sobre Barbate, un pueblo del duque de Medina Sidonia y entraron dentro y cautivaron más de veinte personas entre hombres, mujeres y niños".

Es de suponer que de las veinte personas que se llevaron cautivas, la mayoría estuviese allí con ocasión de la actividad almadrabera desarrollada en las inmediaciones. Pero la referencia a mujeres y niños hace sospechar que los residentes fueron los principales afectados[22].

Diez años después, en 1572, vuelve a repetirse otro asalto berberisco, en el cual los piratas volvieron a embarcar un número indeterminado de residentes. Cada familia de los respectivos cautivos recibió, de manos del duque, 10.000 maravedíes como ayuda para el rescate, despidiendo el propio duque al alcaide del castillo por desidia; el nuevo recibió instrucciones con el fin de evitar las funestas consecuencias de otro posible desembarco.

Es indudable que estas últimas incursiones, sumadas al recuerdo de las anteriores, llevó a los vecinos a establecerse río arriba, en La Barca de Vejer, donde, en 1587, existían cien familias, algunas de las cuales volvían a bajar por esas fechas a la desembocadura.

Hacia 1607, el alcaide del castillo era el vejeriego Bartolomé de Amaya, miembro de una familia de extenso y añejo servicio a los duques [22b], con un sueldo anual de 40.000 maravedíes y gajes de granos 44 fanegas de trigo [22c]. 

Sin que hubiese servido para ayudar a repoblar el lugar, el castillo de Santiago pervivió en el tiempo, y aún estaba operativo en 1737, en que Álvarez de Toledo afirma que seguía teniendo alcaide[23], pudiéndose ver perfectamente en un mapa de la costa dibujado en 1748[24]. Pero para entonces debía estar ya próximo su abandono, pues en la “Relación de 1756”, se dice que “se halla enteramente arruinado”, y que en una barraca de fajina se mantienen dos atalayadores[25]. No nos consta que para entonces se haya trasladado ya la desembocadura del río hacia levante, dejando más de un kilómetro entre ésta y la construcción, pues el mismo documento dice que el castillo, o lo que quedaba de él, estaba a “un tiro de fucil” del río[26]; otro documento, perteneciente al año 1777, certifica el pésimo estado del edificio al referir que se halla “enteramente arruinado pues sólo subsisten algunos paredones y un pedazo de torre”[27].

Finalmente, el desplazamiento de la desembocadura del río –producto de la dinámica litoral y de la deforestación de la comarca que aumentó el caudal del río y por tanto su material de arrastre- acabó por convertir la fortaleza en construcción totalmente inútil, puesto que su principal misión había dejado de existir, sirviendo sólo la torre del homenaje como punto de enlace dentro del sistema costero, pues se incluía como tal en 1764[28]. No obstante, como hemos dicho antes, en 1777 sólo quedaba de ella “un pedazo”, aunque todavía aparece señalada en la carta esférica de Tofiño de 1787; desde luego, es más que  probable que ya no está operativa en 1826[29], no existiendo desde luego a la altura de 1869[30]. Un documento del año siguiente  refiere que “el castillo de Santiago está completamente arruinado y no puede aprovecharse de él más que algunos muros y parte de su cimentación”[31], lo cual demuestra inequívocamente que para esa fecha la torre del homenaje había desaparecido[32].

Sin necesidad ni posibilidad de protección, los barbateños que en esa fecha vivían en el lugar lo hacían lejos del castillo, ya en el actual casco antiguo, que se origina a fines del siglo XVIII. La gente comenzó a edificar sus viviendas con piedra, cal y barro a principios del siglo siguiente y hasta mediados del mismo las piedras del castillo sirvieron para esa empresa. Si Barbate hubiese crecido dos siglos antes al socaire de su fortaleza, ésta se hubiera mantenido en pie. Pero a finales del XVIII la piratería se hallaba en decadencia, y el puerto natural del pueblo sólo podía estar en el interior del río, por lo que los arrieros tuvieron trabajo durante muchos años en aquella cantera artificial, junto a la cual se levantó un faro hacia 1930 y  un nido de ametralladoras tras la Guerra Civil construcciones ambas que debieron valerse como no podía ser menos de las viejas piedras). Todavía en los años 40 y 50 los niños barbateños jugaban con las piedras del castillo y con sus cañones, uno de los cuales quedó enterrado bajo el paseo marítimo cuando éste se amplió en la década de los 90.

Los ecos de su existencia han perdurado más que sus propias piedras, y en tiempos del alcalde José Caracena (1976-1978) una ciudadana americana escribió al Ayuntamiento preguntando si el castillo estaba en venta.

 

 

* Los principales datos de este artículo se han extraído de: ARAGÓN FERNÁNDEZ, A.: Asaltos de Piratas Berberiscos al Litoral Gaditano de La Janda. Ed.: Diputación de Cádiz y Ayuntamiento de Barbate. Cádiz, 2010. 

[1] Aunque no existe prueba alguna que determine su emplazamiento en la antigua desembocadura del río. Para la referencia a época islámica vide: ABELLÁN PÉREZ, J.: El Cádiz islámico a través de sus textos. Ed.: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1996 (existe reedición de 2005). Pags. 163-165.     

[2] LADERO QUESADA, M. A. y GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M.: La población en la frontera de Gibraltar y el repartimiento de Vejer (siglos XIII y XIV). Tirada aparte del número 4 de Historia, Instituciones y Documentos. Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1977. Pág. 11.         

[3] CARRERAS EGAÑA, A.M., ROMERO LÓPEZ, J.F. Y GALÁN VIDAL, J.: Barbate. Los pueblos de la provincia de Cádiz. Ed.: Diputación Provincial de Cádiz, 1988. Pág. 92.     

[4] Citado por ANTÓN SOLÉ, P y OROZCO ACUAVIVA, A.: Historia Medieval de Cádiz y su provincia a través de sus castillos. Ed.. Instituto de Estudios Gaditanos. Diputación Provincial de Cádiz, 1976. Págs. 170-171; BARRANTES MALDONADO, P.: Ilustraciones de la Casa de Niebla. Edición de Federico Devis Márquez. Ed.: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz y Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda. Cádiz, 1998.  Pág. 406.   

[4b]  LADERO QUESADA, M.A.: Guzmán. La casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino. 1282-1521. Ed.: Dykinson. Madrid, 2015. Págs. 197 y 201.

[4c] Ibídem. Pág. 172 y ss.

[4d] IIGLESIAS RODRÍGUEZ, J.J.: Monarquía y nobleza señorial en Andalucía. Estudios sobre el señorío de El Puerto. Ed.: Universidad de Sevilla, 2003. Pág. 155.

[4e] La desaparición de la frontera con Granada y el reforzamiento del poder monárquico a partir de los Reyes Católicos conllevarán una mayor libertad de los vasallos para discutir a sus señores los privilegios de estos, sean arrogados o concedidos, con pleitos que en muchos casos acabarán en los tribunales. El más conocido en nuestra comarca es el de Vejer: MORILLO CRESPO, A.: El siglo de Juan Relinque. Ed.: Ediciones El Faro. Cádiz, 2014.

[5] ANTON SOLÉ, P. y OROZCO ACUAVIVA, A.: Historia Medieval de Cádiz y su provincia…Pág. 172.

[6] ANTON SOLÉ, P. y OROZCO ACUAVIVA, A.:Historia Medieval de Cádiz y su provincia…Pág. 96 y ss.

[7] SANCHO DE SOPRANIS, H.:  El viaje de Luis Bravo de Laguna y su proyecto de fortificación de las costas occidentales de Andalucía de Gibraltara Ayamonte. Archivo del Instituto de Estudios Africanos. Año IX. Núm. 42. Madrid, 1957.  Págs. 61-62.

[8] Op. Cit. Pág. 62.

[9] BARRANTES MALDONADO, P: Ilustraciones de la Casa de Niebla…Pág. 406.

[9b] LADERO QUESADA, M.A.: Los señores de Andalucía. Ed.: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998. Pág.327 y ss.

[9c] Op. Cit. Pág. 246.

[10] MORILLO CRESPO, A.: El siglo de Juan Relinque. Ed.: Ediciones El Faro. Cádiz, 2014. Pág. 97 y ss.

[10b] LADERO QUESADA, M.A.: Guzmán. La casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino. 1282-1521. Ed.: Dykinson. Madrid, 2015. Pág. 647.

[11]  BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, D.: El Ducado de Medina Sidonia en la Edad Moderna: Chiclana de la Frontera. Demografía, Economía, Sociedad e Instituciones (1504-1810). Ed.: Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera, Diputación de Cádiz y UNICAJA. Chiclana, 1999.  Tomo I. Pág. 37 y ss.       

[12] CARANDE THOVAR, R.:  Estudios de Historia, 1. Temas de historia de España. Ed. Crítica. Barcelona, 1989. Pág. 101.

[12b] LADERO QUESADA, M.A.: Guzmán. La casa ducal de Medina Sidonia en Sevilla y su reino. 1282-1521. Ed.: Dykinson. Madrid, 2015. Pág. 421.

[13] Situación que no puede menos que recordarnos la que se encuentra Marcos de Obregón en la isla de Cabrera: Espinel, Vicente: Vida del Escudero Marcos de Obregón. Relación II, descanso VII; rectifico ,con respecto a lo que antes he publicado, la cantidad de hombres que estimo debieron residir en el castillo, pues me parece que cinco o seis son demasiado pocos.

[13b] MUÑOZ RODRÍGUEZ, A.: Vejer. Ed.: Diputación de Cádiz, 1991. Págs. 192-193.

[14] SANCHO DE SOPRANIS, H.: El viaje de Luis Bravo de Laguna…Pág. 62.

[15] MORENO OLLERO, A.: Sanlúcar de Barrameda a fines de la Edad Media. Ed. Diputación de Cádiz, 1983.  Págs. 206-207.    

[16] ÁLVAREZ DE TOLEDO Y MAURA, L.I.:  Alonso Pérez de Guzmán, General de la Invencible. Ed. Servicio de Publicaciones. Universidad de Cádiz. Cádiz, 1994.  Tomo I, pág. 28.

[17] Op. Cit. Tomo I, pág. 47.

[18] Desidia a la que no eran ajena en otros castillos, con casos que mueven a risa. En el de Benalmádena fue acusado el sustituto del alcaide de permitir que su hijo gastara la poca pólvora que quedaba en cazar perdices por la sierra: FEIJOO, R.: La ruta de los corsarios. Laerte, S.A. de Ediciones. Barcelona, 2000. Tomo II, pág. 208.

[19] ÁLVAREZ DE TOLEDO Y MAURA, L.I.: Alonso Pérez de Guzmán, General de la Invencible…Tomo I, pág. 47.

[20] ÁLVAREZ DE TOLEDO Y MAURA, L.I.: La relación de Barbate con las almadrabas. Conferencia pronunciada en la Casa de la Cultura de Barbate en las jornadas “Encuentros con la mar” el 10 de mayo de 1999 (sin editar).

[21] ÁLVAREZ DE TOLEDO Y MAURA, L.I.: La relación de Barbate con las almadrabas…

[22]SANCHO DE SOPRANIS, H.: La piratería mahometana de las costas andaluzas de Gibraltar al Guadalquivir durante la primera mitad del siglo XVI. Revista Mauritania. Año XVII (1944). Núms. 196, 197, 198 y 199. Madrid, 1944. Pág. 80. 

[22b] MUÑOZ RODRÍGUEZ, A.: El estamento nobiliario de Vejer en los ss. XVI y XVII: Los Amaya y Mendoza. Boletín de la Sociedad Económica de Amigos del País. Número 24. Agosto 2020.

[22c] VII Duque de Medina Sidonia. Nómina de criados de la Casa ducal y gajes de que disfrutan según certificación de su contador mayor, el licenciado Jerónimo de Abreu y Soria. La Ilustración Española y Americana. Nº 27. 22 de julio de 1905. Págs. 35-39.   

[23] ÁLVAREZ DE TOLEDO Y MAURA, L.I.: La relación de Barbate con las almadrabas…

[24] A.D.M. Sidonia. Legajo 1062.

[25] CARRERAS EGAÑA, A.M., ROMERO LÓPEZ, J.F. Y GALÁN VIDAL, J.: Barbate…Pág. 98.

[26] Ibídem.

[27] BOHÓRQUEZ JIMÉNEZ, D.:  Vejer de la Frontera en la segunda mitad del siglo XVIII: el informe de 1777. JANDA. Anuario de Estudios Vejeriegos. Ed.: Sociedad Vejeriega de Amigos del País. Nº 3. Vejer, diciembre, 1997.  Pág. 120

[28] Cartografía Militar y Marítima de Cádiz, 1513-1878. Ed.: CSIC. Sevilla, 1978. Tomo II. Figura 18. Mapa Golfo de Cádiz realizado por Antonio de Gaver, año 1764.

[29] Op. Cit. Tomo I. Pág. 24.

[30] PONCE CORDONES, F.: Una arquitectura singular. Las torres vigías de la costa. Anales de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz. Nº 6. Año 1988. Pág. 90; Regueira Ramos, José: Zahara de los Atunes, paraíso cervantino del sur. Editorial Regueira. Algeciras, 1999. Pág. 160.

[31] CARRERAS EGAÑA, A.M., ROMERO LÓPEZ, J.F. Y GALÁN VIDAL, J.: Barbate…Págs. 98-99.

[32] Son verdaderamente curiosas las analogías en la vida del castillo de Santiago con las del castillo de San Miguel en Huelva, tal como aparecen en el trabajo de Mira Toscano, Antonio y Villegas Martín, Juan: Vigilancia y defensa del litoral entre el Piedras y el Odiel. Trabajo que debo agradecer a la cortesía de sus autores. Huelva, 2007.